Capitulo III
Despertar
La primera luz del día comenzó a colarse por las ventanas, iluminando dos habitaciones separadas pero conectadas por un oscuro y sobrenatural vínculo.
En otra parte de la ciudad, Valeria abrió los ojos lentamente, con una sensación de agotamiento que la abrumaba. Cada parte de su cuerpo dolía como si hubiera corrido durante horas, y sus articulaciones, en especial sus rodillas, crujían al intentar moverse. Se sentía desorientada, como si una fiebre la consumiera, y al intentar tragar notó su garganta reseca y áspera.
Armando, en su propia habitación, seguía explorando su nuevo cuerpo, con cada segundo que pasaba estaba seguro de algo, "esto no es ningún sueño", moviendo cada articulación, admirando la suavidad de su piel, y saboreando la textura de sus propios labios mientras tocaba su rostro con una fascinación insaciable. Cada gesto, cada movimiento de este cuerpo ajeno lo hacía estremecerse de satisfacción, como si estuviera probando el poder que ahora poseía. La risa maliciosa continuaba brotando de él, una carcajada contenida que se mezclaba con una satisfacción demente y un deseo de seguir probando cada rincón de su nueva forma.
Mientras tanto, Valeria sentía que su cuerpo era un lugar extraño y aterrador. Todo su ser parecía haber perdido energía, y el agotamiento seguía aplastándola. Su respiración se aceleró, y empezó a hiperventilar, tratando de encontrar alguna explicación que calmara su mente. Unas lágrimas gruesas, extrañas en su nuevo rostro, rodaron por sus mejillas al observar cómo las facciones masculinas que veía en el espejo le resultaban completamente ajenas. Justo en ese momento, un golpe en la puerta interrumpió su trance. "Valeria, ¿estás bien?" La voz de su madre sonaba preocupada, pero al mismo tiempo inquieta por los ruidos extraños que había escuchado. Valeria, ahora atrapada en este cuerpo de hombre, no sabía cómo reaccionar. El pánico la dominó y temblando retrocedió de la puerta, cubriéndose el rostro con las manos grandes y ásperas, sin reconocer sus propios movimientos.
La satisfacción de Armando era completa. En este nuevo cuerpo, Valeria era suya, en cada sentido que había imaginado, y más. Su antiguo cuerpo y todo lo que representaba era ahora un problema del pasado, un sacrificio que consideraba mínimo para la euforia que sentía.
Al otro lado, Valeria sintió que todo se desplomaba a su alrededor. Las preguntas y el miedo la invadieron, sin saber cómo enfrentarse a su madre ni a esta nueva realidad. Todo indicaba que ya nada volvería a ser igual.
Armando se quedó frente al espejo, examinando cada detalle de su nuevo cuerpo con una fascinación casi obsesiva. Comenzó por sus pies, pequeños y rosados, tan suaves y delicados, completamente diferentes a los suyos, que habían sido ásperos y callosos. Levantó uno de ellos, observando cómo los dedos finos se curvaban con gracia, y río para sí mismo, disfrutando del contraste. Lentamente, su mirada subió por sus piernas, ahora esbeltas y de líneas suaves, sin una sola marca o vello, y se regocijó en la perfección de cada centímetro, sintiendo una euforia siniestra que crecía en su pecho.
Pasó luego a su torso, acariciando la delicada curva de su cintura y sintiendo la suavidad de su piel, algo tan ajeno a lo que alguna vez fue suyo. Sus manos pequeñas y delicadas le parecían tan frágiles, pero al mismo tiempo llenas de una gracia casi hipnótica. Al llegar a su rostro, estiró con cuidado una de sus mejillas, observando la tersura y el color rosado que ahora lucía, y no pudo evitar hacer una mueca exagerada. "Esto es algo que solo una chica linda puede decir", murmuró, su voz ahora suave y melodiosa, llena de una dulzura que hacía eco en la habitación. Se acercó más al espejo y, con una sonrisa maliciosa, añadió: "No es propio que una mujer como yo ponga una cara así". Entonces cambió a una expresión encantadora, levantando ligeramente las cejas y poniendo una mano bajo su barbilla en una pose coqueta y femenina, riendo en un tono suave y lleno de satisfacción.
Mientras tanto, Valeria estaba acurrucada en su habitación, atrapada en un cuerpo extraño y grande que la sobrepasaba en fuerza y cansancio. Su cuerpo, embutido en la ropa rasgada, se sentía incómodo y pesado, y el pánico la paralizaba al escuchar los pasos de su madre aproximándose por el pasillo. Cada sonido le hacía temer ser descubierta en este estado imposible. Justo cuando su madre giró el picaporte y entró a la habitación, Valeria se escondió debajo de la cama, intentando controlar su respiración agitada, con las manos cubriendo su boca para evitar emitir algún sonido.
La voz de su madre rompió el silencio. "Esta niña... ¿salió temprano sin ni siquiera tender la cama?", murmuró mientras inspeccionaba el cuarto. "¿Y esto? Ash, era su pijama nueva. La castigaré cuando vuelva." La madre de Valeria suspiró y salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí sin notar la presencia de su hija debajo de la cama.
Con esfuerzo, Valeria salió de su escondite, sus manos temblorosas y el corazón latiendo tan fuerte que parecía resonar en sus oídos. Se acercó al espejo de su habitación, mirando una y otra vez su rostro ajado, sus mejillas barbadas y las arrugas que ahora bordeaban sus ojos. Alzó una mano, notando la aspereza y el tamaño de sus dedos, observando cada línea endurecida y ajena.
Sollozó, abrumada por la desesperación, hasta que algo más la hizo detenerse. Un olor fuerte y rancio emanaba de su piel, un olor masculino y agrio que nunca había experimentado antes. La náusea subió rápidamente, y el olor corporal ajeno la invadió de tal manera que tuvo que apartarse del espejo, casi al borde del vómito.
Armando, ahora con el cuerpo de Valeria, se observaba en el espejo con una mezcla de asombro y confusión. Todo era irreal. Su mente, aún adaptándose a la nueva perspectiva, notaba cada diferencia. Se veía tan pequeño, tan frágil, tan… joven. Había perdido la fuerza y corpulencia de su cuerpo de adulto, pero sentía que este nuevo cuerpo tenía una ligereza y agilidad que nunca había experimentado antes. Al levantar su mano, notó lo pequeña y delicada que era, completamente opuesta a sus manos acostumbradas al trabajo y al desgaste.
Pero una pregunta surgió de pronto, interrumpiendo su momento de curiosidad. ¿Y si esto no era un sueño? ¿Qué demonios había pasado realmente? Miró a su alrededor, y la escena era ridícula: una adolescente sentada de forma desparpajada, como lo haría un hombre de cuarenta años, en medio de un pequeño apartamento desordenado, con pósters de revistas para adultos en las paredes, ropa tirada, y un persistente olor a alcohol y humedad que llenaba el aire. La incongruencia lo hacía sentir como si estuviera en algún tipo de broma de mal gusto, pero cada segundo que pasaba reforzaba la idea de que esto, por absurdo que pareciera, era real.
Mientras intentaba entender cómo había llegado a esta situación, una oleada de pensamientos le invadió. Notó que su mente estaba trabajando de una manera más clara y rápida, casi como si sus procesos mentales se hubieran afilado de algún modo. Podía hilar ideas con mayor facilidad, como si antes su cerebro hubiera sido un coche viejo y ahora le hubieran dado uno de Fórmula Uno. "Interesante forma de verlo, si lo puedo decir", murmuró, entretenido por la misma facilidad con la que las ideas se cruzaban en su cabeza. La claridad mental lo desconcertaba, pues nunca había sido alguien particularmente ingenioso ni rápido de pensamiento, y ahora era como si el mundo se abriera en posibilidades.
Dejó que sus manos recorrieran una vez más la suavidad de su piel, notando cómo cada toque se sentía diferente en este cuerpo nuevo y lleno de juventud. Cada gesto, cada pensamiento y cada sensación parecía otro recordatorio de que ahora era alguien más… y que esa nueva identidad traía consigo un poder y una vitalidad que él, hasta ahora, solo había podido envidiar.
Con una sonrisa maliciosa, Armando tomó el teléfono, deslizando sus dedos ágiles por la pantalla. "Unas cuantas compras en internet, y pondremos este cuerpecito a trabajar", se dijo a sí mismo, con un brillo travieso en los ojos. La idea de mostrarle al mundo a su "nueva" Valeria le causaba una mezcla de excitación y placer. La oportunidad de explorar y aprovechar cada aspecto de este cuerpo juvenil le resultaba irresistible.
Se acercó a la computadora vieja, encendiéndola mientras el ventilador del equipo comenzaba a zumbar suavemente. El brillo de la pantalla iluminó la habitación mientras Armando terminaba de despojarse de las ropas sucias y demasiado grandes. Sentía la frescura de su piel, la ligereza de cada movimiento, y la imagen de su reflejo en la pantalla le devolvía una figura delicada y atractiva, completamente distinta a la que había conocido en el espejo durante años.
"Vamos a darles un espectáculo gratis", susurró, sonriendo de manera cómplice mientras ajustaba la cámara para capturar su nueva apariencia desde el ángulo perfecto. La emoción le invadía, saboreando la expectativa de compartir con el mundo esta inesperada transformación.
Valeria se sentía rota. Sentada en el suelo frío del baño, con su cuerpo torpe y pesado, ya no podía contener el dolor y el miedo. Se miró las manos, enormes y ásperas, tan extrañas y ajenas que parecían pertenecer a otra persona. Había pasado de ser delicada, ligera como una muñeca de porcelana, a ocupar un cuerpo masculino que le resultaba monstruoso. La angustia le revolvía el estómago, y, sin poder contenerse, se inclinó sobre el lavabo y volvió a vomitar, como si su cuerpo intentara purgarse de la pesadilla en la que estaba atrapada.
"¿Por qué me pasa esto a mí? Quiero despertar ya...", murmuró, en un tono débil y tembloroso. Intentó darle dulzura y familiaridad a su voz, pero lo único que consiguió fue que sonara grave y áspera, una burla grotesca de su propio intento de consuelo. La crudeza de aquella voz desconocida le recordaba, una y otra vez, que esto no era un sueño. Alzó las manos temblorosas hacia su cabello grasiento, sintiendo la pesadez de cada mechón, y el simple contacto la hacía querer vomitar de nuevo.
Finalmente, con mucho esfuerzo y pesadez, intentó levantarse, y un dolor agudo le recorrió la rodilla cuando el hueso tronó, recordándole que su cuerpo ahora era débil y torpe. Se sentó en el inodoro, exhausta, su mirada perdida en las figuras del vitromuro. "¿Por qué estoy así?", se preguntó en voz baja. La pregunta resonó en su mente, pero era como intentar recordar algo que se esfumaba justo al alcance de su pensamiento.
Ella siempre había sido una chica privilegiada y culta, de vocabulario preciso y fluido. Sin embargo, ahora sentía un vacío en su mente, una neblina densa que bloqueaba cada pensamiento. Intentó encontrar una palabra… "Probla… probá…" Se tensó, la frustración le hacía arder los ojos y doler la cabeza. "Probá… como se diga..." Pero no podía recordarla.
"No, no, no, no…" se repetía en un murmullo desesperado, golpeando levemente sus sienes con las manos. La sensación era como estar en un examen para el que nunca estudió, solo que ahora no tenía escapatoria, no podía improvisar. Estaba atrapada en ese cuerpo extraño, con una mente que no respondía como antes.
Uff buen cap!!
ResponderBorrarCuando saldrá la continuación de La Gitana?
ResponderBorrarestamos afinando los últimos detalles <3
BorrarExcelente!
ResponderBorrarJessi querida ya no se puede ver la parte 3 de la petición 4. Sabes a que se debe? Gracias
ResponderBorrarpido disculpas se publico por error aun no estaba lista
BorrarOk, gracias por contestarme 😊😊😊
BorrarMuy buen capitulo
ResponderBorrarFacinante!!! No había leído las historias de esta pero al sacar el capítulo 3 las leí todas, son geniales, la forma de escribir lo que cada personaje tiene es facinante
ResponderBorrarEspero la continúes