Capitulo III
Niño Bienvenido a tu Nueva vida como Mujer
Alex abrió la puerta de la tienda por primera vez en el cuerpo de Nadia. El crujido de las bisagras resonó en el macabro y silencioso local mientras una ráfaga de luz solar invadía el espacio. Por un instante, tuvo que entrecerrar los ojos. La claridad era abrumadora, casi cegadora. Instintivamente, llevó una mano a su rostro para cubrirse, pero la sensación lo detuvo de inmediato. Aquella mano no era suya. Los dedos regordetes y delicados, con uñas perfectamente cuidadas, no le pertenecían. Era una de esas manos que parecían suaves pero con la fuerza de una mujer madura, la mano de Nadia.
El peso de esa identidad le cayó como una losa. Algunos hombres que pasaban desviaron ligeramente la mirada hacia él, hacia las curvas que Nadia lucía tan naturalmente. Eso lo hizo sentir un escalofrío que recorrió todo su cuerpo. Miedo, pena y una profunda incomodidad se apoderaron de él. Alex sentía que todos lo miraban, aunque sabía que nadie lo hacía realmente. Era como si hubiera salido a la calle travestido, como si estuviera exponiendo un secreto que debía mantenerse oculto.
El ruido de unos tacones contra el suelo se sumó al caos de su mente, y no fue hasta que bajó la mirada que se dio cuenta de que el eco provenía de sus propios pasos. Los tacones bajos que había elegido parecían amplificar cada movimiento, recordándole que todo en su cuerpo era extraño. Con el corazón latiendo con fuerza, dio un par de pasos más hacia adelante, pero la sensación de vulnerabilidad lo paralizó.
—No puedo hacer esto —murmuró para sí mismo casi al borde del llanto, con aquella voz femenina que aún no reconocía como suya.
Rápidamente retrocedió al interior del local, cerrando la puerta tras de sí con fuerza. Apoyó la espalda contra la madera, jadeando como si hubiera corrido kilómetros. Sentía el sudor acumulándose en su frente, sus gordos pechos brillaban a contra luz por el sudor y la ropa ajustada de Nadia pegándose incómodamente a su piel. El pánico se apoderó de él mientras intentaba calmarse. Era un chico atrapado en el cuerpo de una mujer madura.
Llevó una mano al pecho, sintiendo el volumen que lo acompañaba a cada paso, una constante que lo aterrorizaba y lo incomodaba. Su respiración seguía agitada, y cada vez que exhalaba, el leve roce de las telas le recordaba lo extraño que se sentía todo. Quería llorar, sus nuevas hormonas le jugaban en contra a su mente masculina, se odiaba a si mismo por sentirse así, débil, pesado, por haber terminado en un cuerpo con el que muchos hombres soñaban tocar, y el ahora era esa clase de mujer, y lo odiaba con cada parte de su alma.
—No soy una mujer, soy un hombre soy un hombre. —
Intentaba reunir valor para salir de nuevo, pero su mente no dejaba de jugarle malas pasadas. Cada mirada en el exterior, cada ruido, cada paso se sentían como un peligro inminente.
Por un momento, se permitió cerrar los ojos. Su mente viajó al pasado, recordando lo sencillo que era todo cuando tenía su propio cuerpo. Nadie lo miraba con esa mezcla de curiosidad y deseo, y no tenía que preocuparse por cómo su cuerpo sería percibido. Era libre, o al menos lo había sido. Ahora, era prisionero de una apariencia que no comprendía y de sensaciones que no podía controlar.
Finalmente, abrió los ojos, su reflejo en un pequeño espejo junto a la puerta lo devolvió a la realidad. Era Nadia, de grandes pechos, regordeta, con muslos que temblaban a cada paso, con su piel tersa, sus ojos intensos y ese aire misterioso que siempre había caracterizado a la gitana. Pero dentro de ese cuerpo no estaba ella. Era Alex, y el peso de esa contradicción lo hacía tambalearse.
—Tal vez... lo mejor será empezar por aquí, es muy pronto para salir—
Alex intentaba poner todas sus ideas en orden, estaba en un cuerpo desconocido, con un sexo desconocido, en un lugar desconocido, las sensaciones de su nuevo cuerpo le abrumaban con cada segundo que pasaba, su nuevo cuerpo se sentía, lento, pesado, sus nuevos pechos, eran enormes, como llevar dos bolsas con agua, temblando y sacudiéndose con cada respiración, con cada paso que daba sus nuevos y regordetes muslos temblaban, haciendo incomoda hasta la más mínima tarea de caminar, y suponiendo que consideren caminar el desplazarse a pequeños pasos en un lugar tan pequeño, ese era otro detalle, sus pasos.
—Quizás debí de andar descalzo—
Dijo haciendo una mueca mientras intentaba ver sus propios pies, algo que le fue difícil, el cuerpo de Nadia era considerablemente más flexible, pero...
—ESTAS ENORMES COSAS! NO ME DEJAN VER NADA!—
Su amor por los pechos grandes estaba convirtiéndose en odio. Sus nuevos pechos se salían constantemente, era un fastidio estarlos acomodando cada tanto tiempo. Como pudo exploro lo que podía de la tienda, era un lugar con una atmosfera cargada de misterio, el aroma a incienso y perfumes llenaba sus sentidos, esa era otra cosa que noto, la primera vez que estuvo aquí, el aroma era intenso, pero ahora... podía sentirlo más vivo que nunca, pero de alguna forma, su cuerpo no parecía asqueado como la primera vez, ¡NO! su cuerpo se estaba relajando, por un momento olvido el enorme peso de sus nuevos pechos y casi se olvidó de su preocupación inicial.
—Quizás... es ¿memoria muscular?
Este cuerpo parecía recibir bien ese sitio, Alex se sentía considerablemente más cómodo, pero no podía quedarse allí. Alex estaba concentrado revisando cajón tras cajón, algún libro, algún hechizo, alguna varita mágica, espíritu o duende que pudiera devolverlo, inexperto en un cuerpo que no era suyo, no presto atención cuando...
El sonido de la puerta de la tienda al abrirse lo sacó de su caótica realidad. Un cliente había entrado. Su corazón comenzó a latir con fuerza, el pánico lo invadió, aún con el escote desacomodado, los pechos de Nadia parcialmente expuestos, Alex estaba aterrado como un ciervo. La mirada del cliente, un hombre de unos cuarenta años con una expresión casual, se encontró con la escena frente a él. Por un momento, el hombre parpadeó, confundido, antes de fruncir el ceño, notando algo inusual.
Alex no sabía qué hacer. La vergüenza lo envolvió, pero tenía que pensar rápido. Sin tiempo para arreglar el desastre en el que estaba, intentó mantenerse calmado, pero su voz, ahora suave y femenina, lo traicionó.
—P-puedo ayudarte en algo... —logró decir, intentando sonar tranquila, mientras luchaba por cubrirse disimuladamente, los pezones seguían expuestos bajo la tela ajustada.
El cliente, sin embargo, parecía algo incómodo, como si no supiera si debía quedarse o marcharse. Con una mirada rápida a los estantes de productos esotéricos, murmuró algo bajo su aliento.
—Ah, estaba buscando una lectura del tarot... pero, parece que llegué en un mal momento. —Su tono era titubeante, claramente desconcertado por lo que veía.
Alex intentó reponerse rápidamente. Se dio cuenta de que si actuaba como si todo estuviera bien, tal vez el hombre se iría. Tenía que fingir normalidad, aunque la situación era todo menos normal.
—No, no es un mal momento —dijo, esforzándose por mantener la compostura— Solo... déjame un momento. —Tomó aire, intentando controlar los nervios, y mientras intentaba recomponerse, se giró ligeramente para ajustarse el escote.
El cliente, aún algo perplejo, se quedó parado en la entrada, claramente desconcertado por lo que acababa de presenciar. Alex, por su parte, luchaba por mantener la calma. Necesitaba deshacerse de ese hombre lo antes posible para pensar en cómo salir de su actual situación.
Alex, tambaleándose torpemente en los tacones, se sentía como un extraño en su propio cuerpo, o más bien, en el cuerpo de Nadia. Cada paso era una lucha por mantener el equilibrio. Para el cliente, Alex debía parecer alguien completamente fuera de lugar, como si no estuviera acostumbrado a moverse en ese cuerpo voluptuoso y con esos zapatos altos que parecían traicionar cada uno de sus movimientos.
Alex sentía una mezcla de vergüenza y pánico que lo desorientaba aún más. No sabía cómo manejar esas sensaciones. Su mente, aún la de un chico de 18 años, estaba en guerra consigo misma, entre el pánico por la situación absurda en la que se encontraba y el impacto de las nuevas sensaciones físicas a las que no estaba acostumbrado.
—L-lo siento —murmuró Alex, su voz temblorosa mientras trataba de recolocar el escote de Nadia para cubrirse. Sentía su rostro arder de vergüenza, pero también había algo que lo excitaba en todo aquello, algo que su mente intentaba negar sin éxito.
El cliente, ahora visiblemente incómodo, seguía observando, pero parecía estar más enfocado en la extraña escena frente a él que en lo que había venido a buscar.
— ¿Estás... bien? —preguntó el hombre, sus cejas arqueadas mientras echaba un vistazo a la situación.
Alex, con el rostro aún ruborizado, asintió rápidamente, aunque claramente no lo estaba. Sentía que su cuerpo respondía de formas que no podía controlar, el peso de los pechos de Nadia, el suave roce de la tela en su piel sensible. Todo lo hacía sentirse fuera de control, y esa pérdida de control lo estaba afectando más de lo que podía manejar.
—S-sí, todo está bien —insistió, aunque su voz traicionaba la verdad. Intentó centrarse en la tarea de atender al cliente, pero su respiración se aceleraba y la sensación de excitación continuaba creciendo en su interior.
Con un esfuerzo visible, Alex intentó adoptar una postura más firme, aunque su cuerpo seguía respondiendo de manera extraña, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, y la confusión de emociones y sensaciones seguía envolviéndolo. Tímidamente invito al hombre a tomar asiento, mientras el hacía lo mismo, buscando entre las repisas, las condenadas cartas, o algo con lo que pudiera deshacerse de este tipo, sentía una mirada, una sensación electrizante recorrió su cuerpo, ese hombre le estaba viendo el culo, el trago saliva, "¿acaso mi culo es demasiado bueno ?"
"NO, ESTE NO ES MI CUERPO, ESTE NO SOY YO, SOY UN HOMBRE, SOY UN HOMBRE, ME LLAMO ALEXANDER MAXIMILIANO VILLALOBOS LANCASTER y yo... no soy Nadia, yo no soy esta puta bruja..."
Una Lagrima recorrió ligeramente su mejilla, acaso se ¿estaba perdiendo a sí mismo?, ¿eran las hormonas?, quizás el estrés, no lo sabía exactamente, quizás era todo, pero, no debía mostrar debilidad, era un hombre, por mucho que su cuerpo dijera lo contrario, debía recuperar su cuerpo y esto, solo era un pequeño paso para conseguirlo.
—Gracias a dios aquí están…
Tomando una vieja baraja en una estantería, respiro hondo, y sin que el cliente mirara, limpio su lagrima, intento permanecer sereno y dio la vuelta, grande pero no inesperada, fue su sorpresa cuando encontró al sujeto efectivamente, mirándole el culo, este disimulo torpemente, Alex quería llorar, se sentía como un pedazo de carne frente a un depredador "lo sacas de aquí y luego recuperas tu cuerpo" se dijo mentalmente.
Alex, aún desorientado y luchando por mantener el control de su nuevo cuerpo, se sentó frente al hombre e intentó realizar la lectura de tarot. Sus manos, femeninas y temblorosas, barajaron las cartas con torpeza. En su mente, no tenía idea de lo que estaba haciendo, y cada palabra que salía de su boca sonaba como una improvisación ridícula. Intentó construir alguna historia con las cartas, pero ni siquiera él se creía lo que estaba diciendo. Se sentía expuesto y vulnerable, especialmente con la mirada del cliente enfocada en su pecho cada vez que se inclinaba para señalar las cartas.
Cada vez que se movía hacia adelante, sus senos, pesados y sensibles, se balanceaban, lo que hacía que el hombre dejara de prestar atención a las palabras y se concentrara en los generosos pechos que ahora Alex poseía. El escote seguía mostrando una cantidad reveladora de piel, y aunque Alex intentaba concentrarse en la lectura, no podía ignorar las miradas furtivas que el cliente lanzaba hacia su pecho, quien por la inexperiencia del chico en su cuerpo dejaba de ver más de lo que este quisiera.
A pesar de lo torpe que había sido la tirada y lo poco creíble de la historia que había contado, el hombre parecía más que satisfecho cuando terminó. Alex, con el corazón aún acelerado y sintiendo la incomodidad física y emocional, no entendía cómo era posible que alguien pudiera haber encontrado eso convincente. Pero en lugar de cuestionarlo, el cliente sonrió ampliamente, agradeció de forma extraña y, para sorpresa de Alex, dejó una generosa propina sobre la mesa antes de marcharse. El cliente había salido satisfecho, pero Alex se sentía más perdido que nunca.
Cuando la puerta se cerró tras él, Alex se dejó caer en la silla, agotado y aún tembloroso. Su pecho subía y bajaba rápidamente, la sensación de excitación y confusión todavía lo abrumaba. No podía creer lo que acababa de pasar. Se miró en el espejo cercano, viendo el reflejo de Nadia, un milf jadeaba acalorada, parecía que se la había cogido, con su escote abierto con el pecho expuesto brillándole en sudor.
Alex, aun sintiendo la pesadez y la incomodidad de su nuevo cuerpo, trataba de ignorar la creciente sensación de picazón en su entrepierna. Sabía que no podía lidiar con más clientes en ese estado, así que, tambaleándose con los tacones que aún no dominaba, se apresuró a cerrar la tienda. Encontró la llave a mano, y con un giro rápido, cerró la puerta del local.
El silencio del lugar lo envolvió, y por un momento, se detuvo para respirar profundamente, tratando de calmarse. Aún sentía como si estuviera usando un traje pesado lleno de agua, cada movimiento lo hacía consciente de las nuevas dimensiones de su cuerpo. Sin saber qué más hacer, decidió explorar el lugar, buscando algo, cualquier cosa que le ayudara a entender su situación.
Se tambaleó hacia el fondo de la tienda, pasando por una cortina de cuentas hasta lo que parecía ser una sala con un comedor pequeño. Los muebles eran viejos, cargados de un aire ligeramente húmedo, con decoraciones que recordaban a Nadia y su estilo esotérico. La atmósfera del lugar era opresiva, como si algo oculto y antiguo se mantuviera a la espera en las sombras.
Alex llegó a una pequeña puerta al final del pasillo. Al abrirla, se encontró con un cuarto reducido y oscuro. Era sencillo, el aroma femenino lleno su nariz de golpe, con una cama modesta en un rincón y un espejo grande en la pared opuesta. Pero lo que más le llamó la atención fue una pequeña mesa junto a la cama, cubierta de frascos, velas y varios objetos esotéricos. Algunos de los frascos contenían líquidos de colores extraños, mientras que otros parecían contener hierbas secas o polvo brillante.
Sobre la mesa, un libro grueso y envejecido descansaba en el centro, abierto en una página con símbolos que Alex no entendía. El libro irradiaba una energía inquietante, y Alex sintió una punzada de temor mientras se acercaba más. Quizás este cuarto pertenecía a Nadia, y lo que había dentro podía ser la clave para revertir el hechizo. Alex se acercó lentamente al libro, sintiendo que cada paso era un desafío para su nuevo equilibrio. El aire en el cuarto estaba impregnado de un olor a hierbas y cera derretida, un escalofrío le recorrió la espalda al ver los extraños símbolos en las páginas. Se concentró en la apertura del libro, donde unas ilustraciones parecían mostrar diferentes rituales de transformación con la esperanza de encontrar alguna respuesta, mientras la sensación incómoda en su cuerpo lo mantenía distraído y al borde del desespero.
Alex se encontraba en el pequeño cuarto, rodeado de frascos y objetos esotéricos. La picazón y la confusión aún lo atormentaban, pero su atención se centraba en el libro abierto sobre la mesa. Las páginas estaban llenas de símbolos extraños y textos en un idioma que apenas podía reconocer. Sin embargo, había algo en la forma en que estaban organizados los dibujos que le llamó la atención.
Con manos temblorosas, Alex se acercó y estudió las ilustraciones.
Algunas representaban rituales de transformación, otras parecían contener fórmulas para alterar la realidad. Se sintió atraído por una imagen en particular, no entendía nada, pero como un niño que lee un libro por primera vez, se dejó guiar por los dibujos, dos siluetas, una frente a la otra, con una luz que salía del cuerpo de cada una en dirección al contrario. Quizás esto era, La idea de volver a su cuerpo lo llenó de esperanza, pero sabía que no podía ser tan simple. Pero por mucho que se esforzara, no comprendía nada más allá de los dibujos, esto lo estaba frustrando, necesitaba concentrase en descifrar esos garabatos, pero esa picazón en su entre pierna volvió con furia.
—Fuck… Estúpido cuerpo… me siento… Caliente…
Alex trago saliva Y valla que lo estaba, el cuerpo de Nadia era un cuerpo muy erótico y sensual y un cuerpo así, tenia necesidades especiales, necesidades que Nadia había sabido controlar a lo largo de su vida, pero para una mente masculina, esto era un constante bombardeo de hormonas. Sin poder concentrarse más una cosa o la otra, Alex gruño pesadamente, no podía utilizar su cerebro si sentía ese calor, y con resignación, dejo para más tarde la investigación del libro. Miro a su alrededor y empezó a curiosear.
Alex se sintió extraño mientras exploraba el cuarto. La mezcla de incomodidad por su nuevo cuerpo y la curiosidad por las pertenencias de Nadia lo mantenía en un estado de confusión. Se acercó a la mesa y observó más de cerca los frascos y objetos esotéricos, pero pronto su atención se desvió hacia un armario que estaba abierto en un rincón.
Con un movimiento nervioso, se acercó y empezó a revisar las prendas que colgaban. Había vestidos de diferentes colores y estilos, todos con un aire bohemio que resonaba con la personalidad de Nadia. Alex se detuvo ante un vestido de seda verde que brillaba con la luz tenue del cuarto. El material se sentía suave al tacto, y se encontró preguntándose cómo sería llevarlo. Una curiosidad creció en su interior cuando sintió la urgencia de usar el vestido, rápido y torpemente, el chico se despojo de sus ropas, era difícil y sus nuevas tetas le estorbaban, por un momento su mirada detuvo su frenesí, había desnudado el cuerpo de Nadia, sus ojos exploraron cada parte de su cuerpo, no había duda, por dentro seguía siendo un chico.
— Chingado.. estoy buenísima..
— Chingado.. estoy buenísima..
Sus ojos siguieron explorando su nuevo cuerpo, Alex no podía evitar sentirse fascinado por la forma en que estas prendas se adaptaban al cuerpo de Nadia, tan diferente al suyo, el vestido verde se ceñía perfectamente a sus nuevas curvas, apretando cada contorno de su cuerpo como una segunda piel, esta vez ponerse una prenda así no fue una tortura como la primera vez.
Mientras sostenía uno de los tacones en su mano, recordó lo incómodos que eran de llevar. Se lo probó por curiosidad, levantándose sobre el pie para intentar mantener el equilibrio. Las primeras zancadas fueron titubeantes, y rápidamente se dio cuenta de que caminar con ellos era un verdadero desafío. Sin embargo, había algo emocionante en experimentar esa nueva forma de moverse, en sentirse, aunque sea por un momento, como una mujer.
La picazón en su entrepierna seguía persistiendo, pero la distracción de probarse la ropa lo mantenía un poco más relajado. Miró su reflejo en el espejo grande que había en la pared, observando cómo se veían los tacones en sus pies, y se sintió abrumado por la imagen que tenía frente a él. Aunque era Nadia, en su mente seguía siendo Alex, un chico de 18 años atrapado en un cuerpo que no le pertenecía.
Alex se dejó caer en el borde de la cama de Nadia, su respiración era pesada, sintiendo cómo los resortes crujían y se hundían bajo su peso. Era una sensación extraña, una mezcla de incomodidad y suavidad que lo envolvía. Miró hacia el techo, tratando de procesar la situación en la que se encontraba. Su mente estaba en un torbellino de confusión y frustración, deseando volver a su vida normal, a su propio cuerpo.
Los suaves contornos de su nuevo cuerpo parecían gritarle que no pertenecía allí. Cada respiración hacía que su pecho se levantara y cayera, recordándole constantemente la naturaleza de su transformación. La ligereza de su ropa, el sostén que se ajustaba a sus curvas, y los tacones altos que apenas podía dominar hacían que se sintiera más atrapado en un mundo que no comprendía.
A medida que se tumbaba, el roce de la tela contra su piel le provocaba una serie de sensaciones electrizantes que nunca antes había experimentado. Había algo desconcertante en cómo la cama parecía abrazarlo, y los suaves pliegues de su vestido se movían con cada pequeño movimiento. Se sintió abrumado por la fragilidad de su nuevo ser, como si cada parte de él estuviera intensamente viva, y eso lo llenaba de ansiedad, pero algo más, sin darse cuenta, sus manos estaban acariciando prácticamente amasando sus gordos pechos, la picazón se hizo más intensa, esta vez era imposible de ignorar. En su nueva habitación una mujer madura, una Milf en toda la expresión de la palabra muy atractiva de cuerpo, un cabello largo y lacio de color negro, se encontraba sola, sólo se veía la cama blanca, y la tenue iluminación de velas. Alex, trago saliva, estaba nervioso, había tenido pequeños encuentros antes y había experimentado el tocar unos pechos, así como pequeñas travesuras con su novia.
— Oh Jenny cuanto me haces falta—
Había tristeza en su voz, a medida que iba acariciando sus nuevos pechos, imagino que acariciaba a Jenny, si cerraba los ojos podía verla a ella, tan hermosa como siempre había sido. El calor era abrumador y la urgencia de darse amor solo creció, necesitaba satisfacer esta urgencia o se volvería loco, en un arrebato histérico Alex se despojó rápidamente de sus prendas que tanto trabajo le habían costado usar. El niño dentro del cuerpo de la mujer estaba desnudo sobre la cama, a la vista podía observarse un par de senos majestuosos, grandes, firmes, con los pezones parados, su mirada retadora, como incitando a que alguien entrara y la tomara. Comenzó a recorrer su cuerpo con sus propias manos, algo así como un masaje, no pudo evitar sonreír, Alex recordó a lo que Jenny se refería con “tocarse”, pero estaba equivocada esto superaba a la propia palabra en sí.
—Nghh… Jenny a-ahh
Poco a poco, sus manos comenzaron a descender hacia su vientre, sus manos con dedos largos y uñas pintadas de color rojo se acercaban cada vez más a la vagina, la cual se veía empapada y hasta podría decirse que latía, que palpitaba como un corazón, Alex sentía la humedad en su vagina y eso lo hizo sentir unos delicioso escalofrío, quizás esto era lo que sentía Jenny cuando hacían estas cosas, Alex siguió concentrado en su fantasía, en su mente, estaba en su propio cuerpo masculino, llenando a Jenny, masajeando con sus dedos su vagina virgen, solo que esta vez, podía sentir lo mismo que sentía su novia.
Alex pasó su dedo medio por encima de sus labios vaginales, mientras arqueaba poco a poco su cuerpo, con el índice y dedo medio, tocaba con cierta fuerza sus labios exteriores, de arriba para abajo y de nuevo hacia arriba hasta concentrarse en un punto de carne pequeño, con un tono más claro de color.
—NGHH AHHHHH!! FUCK… A-AHH…
Su fantasía era fuerte pero no lo suficiente, el cuerpo de Nadia estaba tan urgentemente necesitado de sexo, su clítoris era más sensible, Alex jadeaba pesadamente, sus muslos brillaban por sus propios jugos vaginales que escurrían lentamente. Entonces metió su dedo en su vagina húmeda y la reacción, el fuerte suspiro, jadeo o gemido de su rostro rompió la visión de su novia, esa necesidad fiera, urgente por también hacer lo mismo que se estaba haciendo. No podía fingir más.
—Así que eso era tocarse, como decía Jenny—Dijo el chico abrumado por el sensible cuerpo de la madura.
El movimiento era despacio, pero iba en aumento, después metió al mismo tiempo su dedo anular; pensó que sentiría dolor, no se imaginaba que por aquella pequeña abertura podría caber tanto, pero su rostro decía todo lo contrario, parecía que disfrutaba de tener no uno sino dos dedos dentro de sí, que incluso sus movimientos se hicieron más rápidos y se movía de un lado para otro encima de la cama, sus gemidos fueron en aumento, había perdido la noción del tiempo y anhelaba saber cómo terminaría esto.
Pasaron sólo un par de minutos más para que la mujer PARA QUE ALEX pasara a la mejor parte, cambió de posición, dejó de meterse los dedos, colocó las almohadas en medio de la cama, hizo con ellas como un monte y se posó encima de ellas, su cuerpo estaba en piloto automático, Alex no podía fingir que no era el, se odiaba, pero se sentía tan delicioso, entonces, como si montara una bestia salvaje, comenzó a moverse, a contonear su cintura por encima de las almohadas, mientras tomaba con fuerza una de éstas, la otra mano se la llevaba a sus senos para presionarlos, pellizcarse los pezones, y acercarse el pezón a su lengua mientras seguía moviéndose cada vez con mayor desenfreno… poco a poco, humedeciendo la tela y también elevando el calor de su interior, sentía cómo el clítoris rosaba con la tela, con la almohada que ahora se le figuraba a cualquier pene delicioso, erecto, dentro de él y listo para cabalgarlo.
Sus ojos se abrieron de golpe, ¿había imaginado eso?, No, había imaginado a Nadia, si eso era, ahora él era Nadia, quizás, solo quizás, se estaba dejando llevar, pensaría en eso más tarde. Ahora todo lo que quería, era experimentar lo que era ser mujer y aliviar ese calor, su cadera volvía a moverse, junto con sus muslos que parecían haber cobrado más fuerza, el vaivén de su clítoris sobre la almohada le proporcionaba un placer indescriptible, hasta ahora insospechado, pensaba que el mayor placer de una mujer a la hora del sexo era dejarse meter el pene y listo, abrir las piernas y esperar que el hombre le provocara todo el deseo y placer a una.
Estando Alex arriba descubrió que podía controlar su cuerpo con mayor libertad, que podía decidir cuándo parar, cuando salir y cuando hacerlo correr. Su mente entonces le traicionó, dejo de pensar en todo eso, para concentrarme en un único objetivo: experimentar lo que significa ser mujer, ya no podía pensar en otra cosa, quería saber cómo terminaría, los gemidos, los pellizcos en los senos, toda esta autosatisfacción placentera debía de llegar a un punto sin retorno, a un placer aún mayor.
Y no estaba equivocado Alex se movía con más intensidad, dejando que su cuerpo de milf actuara, rosaba más duro su clítoris con la almohada, se pellizcaba los pezones rosados con mayor fuerza e incluso soltaba leves suspiros, cada vez más calientes, cada vez más húmedo, cada vez más placentero y ahora ya no pensaba en la palabra “pene” sino en la palabra verga.
— sí, así, una deliciosa verga que calmara este calor que traigo dentro, una verga venosa, firme y dura
Podía sentir su textura al natural dentro de su cuerpo, bañarla en sus jugos y domarla a través de su cuerpo maduro, ya nada podía detenerlo, se seguía moviendo, no sabía de dónde sacaba tantas energías, no parecía cansado y si estuviera poco importaba, el placer que le provocaba la fricción de su clítoris en la almohada era tanta, tan inmensa, tan grande, tan indescriptible, tan delicioso…
—oh sí, rico, oh sí, oh sí una verga dentro, oh sí, así… así… así… ahhhhhh cojan este cuerpo de puta nghhh!!!—
Alex sintió una explosión de placer dentro su cuerpo empezando por sus caderas, se movían sin control, como si temblaran, Alex cayo de inmediato a la cama, suspiro, gimió, reconoció el sudor de su espalda, de su nuca, en sus pechos gordos y brillantes, el cuarto olía a mujer, olía a coito, a sexo, a una hembra que quería aparearse, se sentía orgulloso, había llevado su cuerpo, su cuerpo maduro al orgasmo, sus manos se movían solas sobre su cuerpo maduro para darse unas pequeñas caricias, unos roces apenas sobre sus brazos, sus piernas, Alex estaba sonriendo y se reía sin saber el por qué.
Con una mezcla de nerviosismo y determinación, Alex regresó a la mesa, donde el libro grueso aún lo esperaba. Sabía que su tiempo se estaba acabando, y necesitaba descubrir cómo podía salir de esta situación. Volviendo a mirar las páginas, se preguntaba si había alguna forma de recuperar su cuerpo.
Mientras se sumergía nuevamente en la lectura, su mente continuaba divagando, atrapado entre la fascinación por el mundo de las mujeres y la urgencia de volver a ser él mismo. La sensación de que cada segundo contaba se hacía cada vez más intensa, y Alex se prometió a sí mismo que no se rendiría, sin importar lo que tuviera que enfrentar, pero una parte en su interior se sentía culpable, sabía que sería más difícil después de haber experimentado el placer que el cuerpo de una mujer madura podía ofrecer.
Otro buen capitulo, me encanto como Alex empieza odiando su nuevo cuerpo pero después lo va disfrutando pero también buscando una forma en los libros de regresar a la normalidad, espero que en el siguiente capitulo nos cuentes como le va a la gitana fingiendo ser Alex con Jenny
ResponderBorrarNo quiero decir nada, pero esa parte ya esta hecha y sale justo lo que pides ;)
ResponderBorrar