La herencia de la abuelaParte 3ADVERTENCIA
Saludos mis amores, ya casi llegamos al final de esta mini serie que me dejo enganchada con su historia, un pequeño mini aviso y advertencia, la siguiente historia contiene contenido que puede resultar perturbador para algunas personas. Yo siempre eh creído que un villano, es aquel que hace el mal, en la vida real hay personas malas, que hacen cosas peores, cosas reales, si a ti este tipo de cosas te resultan incomodas por favor pasa de leer esta historia, no apruebo ni consiento este tipo de actos, simplemente es una historia mas con una persona mala que hace cosas malas, una historia de tantas, que en algún momento de nuestra vida vamos a escuchar, así que sin mas que decir, comencemos.
Es de noche. Gabriel, acostado en su cama, no puede dejar de pensar en todo lo que ha sucedido en los últimos días. Aunque su cuerpo está cansado, su mente sigue alerta, y la tensión que siente al pensar en la extraña presencia que su madre le provoca no lo deja tranquilo. Algo no está bien, no puede ponerlo en palabras, pero hay algo en la mirada de esa mujer, algo que lo hace sentirse incómodo.
Suspira y cierra los ojos, queriendo desconectar de sus pensamientos. Mañana será otro día, y tal vez las cosas sean un poco más claras. Quizás hable con su tío, Andrés. Tal vez él tenga alguna explicación. Pero, por ahora, la oscuridad lo envuelve, y pronto el cansancio lo vence.
A medida que se va sumiendo en el sueño, la quietud de la noche se ve interrumpida por un ruido sordo. Gabriel frunce el ceño, pero su cuerpo está demasiado adormecido como para reaccionar de inmediato. Es un sonido suave, casi como un arrastre, pero que se hace cada vez más claro, como si alguien estuviera caminando por la casa. Gabriel no sabe si está soñando o si algo realmente está ocurriendo, pero algo lo hace sentir incómodo, alerta.
De repente, la puerta de su habitación se abre lentamente. El aire se llena de un fuerte olor a alcohol, el mismo que había sentido antes, cuando su madre volvió esa noche extraña. La figura en la puerta está en sombras, pero Gabriel siente su presencia. Se incorpora ligeramente en la cama, mirando con dificultad debido al sueño. Es como si su mente estuviera luchando por mantener la lucidez.
La figura da un paso más hacia él, y Gabriel se tensa, pero no puede moverse. A medida que la figura se acerca, sus pasos son firmes, como si alguien estuviera caminando con total confianza. La luz de la luna entra por la ventana, y por un instante, la figura se ilumina lo suficiente para que Gabriel pueda verla mejor. Tiene la sensación de que es su madre, pero al mismo tiempo, algo no encaja. Su rostro parece… distinto. Más frío, más distante. Una sonrisa en sus labios, aunque no es una sonrisa cálida, ni reconfortante. Más bien, es una sonrisa que lo hace sentirse extraño.
Gabriel no puede evitar sentirse atrapado, como si estuviera flotando entre el sueño y la vigilia. La figura se acerca más, y él, aunque confundido y tenso, no sabe qué hacer. Se siente completamente inmóvil, como si su cuerpo estuviera reaccionando a un impulso, pero no de la manera en que debería. La mujer se detiene al borde de la cama y lo mira fijamente, sin decir una palabra. La tensión es palpable, casi insoportable.
De repente, sin previo aviso, la mujer sube a la cama. La presión sobre su torso lo hace sentir incómodo, pero no puede hacer nada para apartarla. El calor de su cuerpo lo rodea, pero lo que más lo perturba es la mirada vacía que ella le lanza. Gabriel no entiende nada. La figura que está frente a él se parece a su madre, pero hay algo tan diferente, tan perturbador, que no sabe si está soñando o si todo esto es real.
Siente una mezcla de incomodidad, miedo y una sensación extraña de confusión. Unos segundos después, la figura se mueve con agilidad, como si estuviera disfrutando de la situación, pero Gabriel no puede comprender por qué su madre estaría actuando de esa manera. ¿Qué está pasando? La figura lo tocó, y la presión aumentó, pero no sabía cómo reaccionar. No podía ver, no podía entender. Solo sentía. Un calor se apoderó de su cuerpo, algo cálido, extraño, pero agradable, aunque todo esto le parecía ajeno, confuso.
La figura, que se acercaba con una calma inquietante, le susurró algo, pero no pudo entender lo que decía. De repente, Gabriel pudo sentir algo cálido… era húmedo y todo se apretaba, no lo entendía bien su respiración se aceleraba, y esa figura, esa sombra esa mujer, suspiraba profundamente, se movían como si forcejearan en una lucha que, para su confusión, se sentía bien casi como cosquillas, una euforia recorría su espalda y su mente se ponía en blanco, él se sentía, mareado, era como si algo lo estuviera sujetando, como si estuviera atrapado en un lugar que no comprendía.
Por un momento, sus pensamientos se entrelazan en un caos, pero algo lo despierta de golpe. Siente un sudor frío recorrer su espalda. Se incorpora de inmediato, respirando con dificultad, y al abrir los ojos, el cuarto está oscuro y en silencio. Su corazón late rápidamente, como si hubiera estado corriendo una larga distancia. Gabriel se queda quieto, mirando la habitación, tratando de calmarse. ¿Había sido un sueño? ¿O había sido algo más? Se siente confundido, agotado y, sobre todo, asustado.
La figura de su madre, o lo que sea que haya sido eso, aún está grabada en su mente. Siente una incomodidad profunda al recordar los últimos momentos de lo que acaba de vivir. Todo se siente extraño, fuera de lugar. Es como si hubiera cruzado una línea que no puede entender, pero lo que más le molesta es la sensación de no saber qué está ocurriendo. El miedo a lo desconocido se apodera de él.
Gabriel se queda en la cama por un largo rato, mirando al techo, respirando con dificultad. La luz de la mañana comienza a entrar por la ventana, pero él no se siente más tranquilo. La sensación persiste.
Se llevó una mano a la frente, intentando calmarse, pero al cerrar los ojos, las imágenes volvieron a su mente: la silueta, el aroma, el peso... todo era demasiado real. Una punzada atravesó su pecho, y un temblor recorrió su cuerpo.
“¿Fue un sueño?”, pensó, aunque sabía la respuesta. Lo que había sucedido la noche anterior no era un simple sueño. Era real, demasiado real
Un nudo se formó en su garganta, y pronto sus ojos se llenaron de lágrimas. Intentó contenerlas, pero fue inútil. Sollozos desgarradores brotaron de su pecho mientras escondía la cara entre sus manos.
“¡No! ¡No puede ser verdad!”, gritó entre lágrimas.
Cada vez que intentaba convencerse de que todo había sido producto de su imaginación, los recuerdos lo golpeaban con fuerza. Se sentía sucio, humillado, pero sobre todo traicionado. La imagen de su madre, o lo que creía que era ella, lo llenaba de una mezcla de horror y asco.
—¡No es mi madre! ¡No puede serlo! —murmuró con desesperación mientras las lágrimas caían sin cesar.
Quería gritar, romper algo, desahogarse de alguna forma, pero no tenía fuerzas. Su cuerpo temblaba mientras se acurrucaba en su cama, ahogando sus sollozos en la almohada.
Se sintió pequeño, indefenso, como si el mundo se le hubiera venido encima. Su madre, la persona en quien siempre confió, la mujer que debía protegerlo, lo había traicionado de la forma más cruel e imperdonable.
“¿Por qué? ¿Qué hice para merecer esto?”, pensó entre lágrimas.
Después de un rato, el llanto lo dejó exhausto, pero el dolor seguía ahí, palpitante, insoportable. Pensó en contarle a alguien, en buscar ayuda. La idea de hablar con Jimmy cruzó su mente, pero enseguida la descartó. No podía decirle esto a nadie. Era demasiado vergonzoso, demasiado humillante.
De repente, una imagen apareció en su mente: su tío. Recordó cómo siempre estaba ahí cuando las cosas se complicaban, cómo lo ayudó aquella vez que unos chicos mayores lo molestaban en la escuela. También la ocasión en que lo defendió cuando su madre estaba furiosa porque había roto algo en casa.
“Él siempre sabe qué hacer...”, pensó Gabriel, aferrándose a esa idea como si fuera un salvavidas.
Lloró un poco más, sus sollozos llenando la habitación vacía.
Cuando finalmente logró calmarse lo suficiente para levantarse, se dirigió al baño. Quería lavarse, sentir que podía borrar de alguna forma la suciedad que sentía en su piel.
Al entrar, evitó mirarse al espejo. Sabía que si lo hacía, esa sensación de asco volvería con más fuerza. Abrió la ducha y dejó que el agua caliente corriera sobre su cuerpo. Se restregó la piel con fuerza, casi como si quisiera arrancarla.
—Límpiate... límpiate... —murmuraba entre dientes, pero por más que se frotaba, esa sensación de suciedad no desaparecía.
Cuando terminó, se sintió un poco más ligero, aunque el peso en su pecho seguía ahí. Se vistió lentamente, tratando de no pensar, de no recordar, pero cada movimiento parecía traer de vuelta las imágenes de la noche anterior.
Al salir de su cuarto, el silencio en la casa era abrumador. No había rastro de su madre. Por un momento, sintió alivio, pero enseguida el miedo y la repulsión se apoderaron de él.
“¿Dónde estará...? ¿Qué más hará?”, pensó con un escalofrío.
Su estómago se revolvió al imaginarla. El simple pensamiento de cruzarse con ella le provocaba náuseas.
“Tengo que salir de aquí...”
Se puso los zapatos, tomó su mochila, y sin mirar atrás salió de la casa. Sabía exactamente a dónde tenía que ir. Su tío era su única esperanza, la única persona en quien podía confiar.
Mientras caminaba hacia su destino, con los ojos aún hinchados por el llanto, se juró a sí mismo que encontraría la manera de enfrentar esto, de entender lo que estaba pasando. Su vida había cambiado para siempre, y nada volvería a ser igual.
El tío de Gabriel vivía en una pequeña casa a las afueras del barrio, con un patio amplio y desordenado. Estaba trabajando en una vieja moto, con las manos llenas de grasa, cuando levantó la mirada y vio a Gabriel acercarse.
—¡Gabriel, mijo! —dijo con entusiasmo, dejando las herramientas a un lado y limpiándose las manos en un trapo.
Era un hombre de contextura robusta, no muy gordo ni muy flaco, con una barba espesa que le daba un aire de sabiduría y tranquilidad. Su rostro, marcado por el tiempo, tenía un parecido innegable con el de su hermana. Sin embargo, había una calidez en sus ojos que se sentía casi paterna.
Se acercó a Gabriel y lo abrazó de manera efusiva, tomo se mano en un saludo fraternal que le siguió a un abrazo un gesto que normalmente habría hecho sonreír al joven, lo hacía sentía uno más del grupo de los amigos locos de su Tío. Pero esta vez, Gabriel sintió que el abrazo casi lo rompía. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero apretó los dientes y se esforzó por no llorar.
—Hey, hey, hey... ¿Quién te ha estado molestando? —preguntó su tío, notando la tensión en el rostro de su sobrino.
Su semblante cambió rápidamente de alegría a preocupación. Puso sus manos en los hombros de Gabriel y lo miró con seriedad.
—Gabriel, ¿qué pasó? —insistió con voz grave, intentando conectar con él.
Gabriel evitó su mirada, sintiendo que si lo veía directamente se desmoronaría. Su respiración era irregular, y su pecho subía y bajaba con fuerza mientras trataba de contenerse.
—Es... mamá... —logró decir con la voz quebrada antes de lanzarse a abrazarlo con fuerza.
El tío lo sostuvo con firmeza, sorprendido por la intensidad del momento. Aunque no entendía del todo lo que estaba pasando, podía sentir el peso del dolor de Gabriel.
—Shh, shh... ya, ya... tranquilo, mijo... —le dijo con un tono calmado, mientras acariciaba la espalda del muchacho.
Gabriel lloró en silencio, dejando salir parte de la carga que había llevado todo el camino. Su tío lo sostuvo pacientemente, dándole el tiempo que necesitaba para calmarse.
—Ven, ven adentro. Hablamos con calma. Me cuentas qué pasó —le dijo, guiándolo hacia la casa.
La calidez del hogar de su tío era un contraste con el frío que sentía en su interior. Un cálido hogar, aunque ligeramente más desordenado con alguna que otra botella de cerveza vacía regada por aquí y por allá. Gabriel se dejó caer en un sillón mientras su tío servía un par de vasos de agua.
—Ahora sí, Gabriel, dime. ¿Qué pasa con tu mamá? —preguntó su tío, sentándose frente a él, con los ojos fijos en los de su sobrino.
Gabriel tragó saliva, sintiendo que las palabras no salían. Su tío esperó pacientemente, sin presionarlo, dispuesto a escuchar lo que fuera necesario.
El silencio en la habitación era pesado, casi asfixiante, mientras Gabriel hablaba con la voz rota, sin levantar la mirada. Relataba cada detalle, cada palabra, cada sensación. Su cuerpo temblaba, y sus manos estaban frías y húmedas. Kris escuchaba con atención, al principio confundido, luego horrorizado.
Cuando Gabriel terminó su relato diciendo:
—Mamá se puso asi Después de ir a visitar a la abuela... —la frase quedó suspendida en el aire, como una daga que cortaba el ambiente.
La cara de Kris palideció de inmediato. Se inclinó ligeramente hacia adelante, y sus puños se tensaron sobre sus rodillas, los nudillos poniéndose blancos. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las dejó caer. No podía permitirse quebrarse frente a Gabriel. Su mandíbula se apretó mientras intentaba procesar las palabras de su sobrino.
Sin embargo, cuando Gabriel levantó la mirada, esperando una reacción, notó algo que jamás había visto en su tío: miedo. El hombre al que siempre había considerado invencible, el protector de la familia, parecía perdido, como si estuviera enfrentando a un fantasma del pasado.
Para Kris, los recuerdos de su infancia regresaron como un golpe violento. Escenas enterradas hace décadas salieron a la superficie: su madre, la abuela de Gabriel, lo había manipulado, rompiendo su confianza y su inocencia tal cual y como su hermana, la propia madre de su sobrino había hecho ahora. Había pasado años reprimiendo esos recuerdos, construyendo una vida en la que jamás tendría que enfrentarlos. Pero ahora, escuchando a su sobrino, todo regresó con una claridad aterradora.
—Tío... Kris... ¿estás bien? —preguntó Gabriel, desconcertado por el silencio de su tío, quien parecía estar atrapado en un trance.
Kris parpadeó, regresando al presente. Tragó saliva, intentando mantener la compostura.
—Eh... sí, perdón, mijo... —dijo, limpiándose una lágrima que había escapado sin permiso. Su voz sonaba extraña, más grave y temblorosa de lo habitual.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás así? —insistió Gabriel, ahora más preocupado.
Kris respiró hondo, colocó una mano firme sobre el hombro de su sobrino y lo miró directamente a los ojos.
—Sé que... esa mujer es especial... —dijo con una voz cargada de significado. No podía decirle toda la verdad, no aún.
Gabriel lo miró, confundido. Había algo más, algo que su tío no le estaba diciendo, pero no se atrevió a insistir. Kris, por su parte, sabía que eventualmente tendría que hablar, pero ahora no era el momento. Ahora, su prioridad era proteger a Gabriel y asegurarse de que esto terminara de una vez por todas.
Se levantó del sillón y le extendió una mano a su sobrino.
—Vamos, mijo. Tenemos que ir a ver a tu abuela, algo me dice que esa vieja bruja sabe algo que nosotros No —Su tono era firme, pero en sus ojos había una mezcla de determinación y temor.
Gabriel dudó, sintiendo que algo más estaba ocurriendo, pero finalmente tomó la mano de su tío. Mientras salían de la casa, Kris sabía que este enfrentamiento sería diferente a cualquier cosa que hubiera enfrentado antes. Esta vez, no estaba solo, y no permitiría que la historia se repitiera.
El motor del Jeep rugía mientras avanzaban por el camino polvoriento. Gabriel permanecía en silencio, mirando hacia el horizonte, aunque su mente estaba en otro lugar. La vista del revólver escondido entre los pantalones de su tío no ayudaba a calmarlo, y la seriedad de Kris hacía que su corazón latiera con fuerza.
—¿Tío? —susurró, sintiendo que debía decir algo, pero sin saber exactamente qué.
—Shh... —Kris levantó una mano del volante, haciendo un gesto para tranquilizarlo—. Solo para estar seguros.
Gabriel asintió tímidamente, apretando las manos en su regazo. El ambiente dentro del Jeep era tenso, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse. A cada kilómetro que avanzaban, sentía el peso del silencio, hasta que Kris finalmente habló, rompiendo la quietud con un tono introspectivo.
—Sabes... Yo entiendo que las relaciones familiares son difíciles. —Kris mantuvo la mirada fija en el camino, sus manos firmes en el volante—. Cuando tenía tu edad, escapé de casa. No fue fácil... dejar todo atrás.
Gabriel lo miró de reojo, sorprendido por la confesión. Nunca había oído a su tío hablar de su pasado.
—¿Por qué te fuiste? —preguntó, su voz apenas audible.
Kris suspiró, como si hubiera esperado esa pregunta pero aún no tuviera una respuesta clara.
—Era un lugar oscuro, mijo. Más oscuro de lo que puedes imaginar. No quise vivir más bajo... bajo su control. —Hizo una pausa, sus ojos parpadeando rápidamente, como si intentara apartar un recuerdo que lo perseguía—. Dejé todo. No vi a tu madre por mucho tiempo, no hasta que tú naciste.
Gabriel sintió un nudo en el pecho. Había algo en el tono de Kris, algo que sugería arrepentimiento, dolor, y tal vez incluso culpa.
—Ahora pienso que cometí un error. Quizás debí haberla traído conmigo. Quizás debimos habernos ido juntos. —Kris sacudió la cabeza, su mandíbula apretándose—. Nunca debí dejarla sola con esa mujer.
Gabriel permaneció en silencio, pero su corazón latía con fuerza. Sentía que su tío sabía algo más, algo que aún no había dicho.
—No sé qué está pasando, Gabriel. —Kris lo miró rápidamente, volviendo después la vista al camino—. Pero lo que sea que haya alterado tanto a tu madre para que... para que haga lo que hizo... solo lo sabremos enfrentando a esa bruja.
La palabra "bruja" resonó en los oídos de Gabriel como un eco. No podía evitar pensar en su abuela, en las historias que su madre le contaba cuando era niño, las advertencias veladas de que la "abuela no era como las demás". Pero esas palabras nunca habían tenido peso real, no hasta ahora.
El Jeep continuó avanzando por el camino sinuoso, cada kilómetro acercándolos más a la verdad. Gabriel miró a su tío, que conducía con el ceño fruncido y una determinación férrea en su mirada. A pesar de todo, se sintió agradecido de no estar enfrentando esto solo.
Kris y Gabriel llegaron a la casa, y al ver la puerta abierta, Kris palideció. Gabriel, al notarlo, le dio un leve cabezazo en el brazo, un gesto que no pasó de una pequeña molestia para su tío. Kris rió pesadamente para aliviar la tensión.
—Bueno... vamos a las fauces del lobo —dijo con una sonrisa tensa.
Entraron con cautela. Todo estaba tal y como Gabriel lo había dejado días atrás. La comida seguía ahí, descompuesta y apestando, un testimonio de lo que había ocurrido en esa casa. Gabriel se detuvo un momento, mirando una veladora con la foto de su madre. Estaba sobre un símbolo extraño dibujado en la mesa, y la flama, a punto de extinguirse, oscilaba débilmente.
Su respiración se aceleró. Algo no estaba bien. Cuando, entre la oscuridad y el silencio de la casa.
Un grito desgarrador rompió el silencio
—¡¿HAY ALGUIEN?! ¡AYÚDENME! ¡POR FAVOR, AYÚDENME!
Esa abuela esta loca!
ResponderBorrarDe verdad Jessica que nivel de escritura tan espectacular, tu historia es super atrapante. Muchas gracias
ResponderBorraresta increíble esta historia me dejo enganchado esperando el siguiente capitulo
ResponderBorrarPensé que esta historia ya había acabado, que bueno que aun esta activa, me encanta este capitulo estuvo increíble y me encanta el nuevo personaje del tío Kris me alegra que Gabriel por lo menos ahora tenga un aliado para que lo ayude y proteja esperemos a la confrontación con la abuela
ResponderBorrarEsa abuela si que esta desquiciada si de verdad creo que iso lo que creo que iso con el inocente de Gabriel pobre chico lo bueno que ya tiene a su tío para protegerlo espero los dos puedan solucionar la situación, muy buen capitulo Jessica
ResponderBorrarme esta encantando el rumbo que esta tomando esta historia aunque si este capitulo estuvo demasiado malicioso los actos que esta cometiendo el personaje de la anciana, lo bueno que pusiste una advertencia al inicio de la publicación, si estas historias no fueran tan tabues serian obras de arte ; )
ResponderBorrarAsí deben ser las historias de body swap muy atrevidas y excitantes ya quiero ver como reaccionan el sobrino y el tío cuando sepan la verdad de lo que paso con la madre y la abuela. Jessica nena disculpa, cuando esta historia llegue a su fin te podría pedir que me hicieras una a mi? que tratara sobre Anahí en su primer año en la preparatoria no logra hacer amigos dado a lo introvertida que es, pero su hermana mayor Jessica que cursa su ultimo año de la prepa la ayuda asiendo que se junte con ella y sus amigas (Karina, Luna y Roxana) ya que ellas son muy pululares en la escuela. Anahí un día entra en el teatro de la escuela y encuentra una antigua cajita musical(esas que tienen un mango que lo giras y empieza a sonar música) ella se lo lleva para mostrárselo a su hermana y a sus amigas pero al momento que Anahí empieza a accionar la caja musical salen de ella Rodrigo, Marcos, Ruben y Eduardo cuatro fantasmas de unos estudiantes que murieron en el teatro pero sus espíritus quedaron atrapados en esa caja musical y ahora gracias a Anahí que los libreo ellos poseen a su hermana mayor Jessica y a las amigas de su hermana. Los fantasmas primero tratan de fingir que son las chicas para evitar que Anahí los descubra pero ella eventualmente descubre la verdad y tendrá que tratar de liberar a su hermana y amigas ya que como ella fue la que libreo a los fantasmas también tiene la capacidad de volverlos a encerrar en la caja, pero los fantasmas no permitirán que los vuelvan a encerrar de nuevo, así que primero trataran de convencer por las buenas a Anahí que los deje quedarse en los cuerpos de las chicas tratando de ganarse su confianza, pero Anahí no aceptara así que tendrán que hacerlo por las malas sometiéndola ya que ademas nadie le creería lo que paso así que nadie podrá ayudarla, solo es ella contra los fantasmas en el cuerpo de las chicas. Usando sus nuevas identidades de unas increíbles sexys y populares colegialas los cuatro fantasmas pervertidos disfrutaran de sus nuevos cuerpos y vidas pero con la molestia y preocupación de que Anahí los pueda volver a encerrar.
ResponderBorrarSi aceptas hacer esta historia te lo agradecería mucho linda, ademas podrías usar estas fotos para representar a los personajes de las colegialas
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Excelente capitulo me encanta esta historia, tardara mucho la siguiente parte y también la continuación de la historia de la gitana?
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